Requiem al socialismo en America Latina

Requiem al socialismo en America Latina

Un grandilocuente cambio de rumbo invade los cielos que habían proyectado los procesos populares en Latinoamérica. Se anuncia el ocaso del socialismo a los cuatro vientos. Los analistas y los medios de comunicación ya divisan un inminente velorio.

Con la derrota del oficialismo chavista en Venezuela en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre del 2015, se cerró una larga etapa política en la historia reciente de la región. La de la hegemonía política de un proyecto político identificado con la izquierda. El aumento de los precios de las materias primas desde inicios del siglo XXI, del alza del petróleo y de los minerales, por ejemplo, ayudaron a sustentar con recursos un discurso político que planteaba el regreso del Estado en la economía y la ampliación de las políticas sociales, pese a que en muchas ocasiones dicho populismo no tenía la coherencia ideológica y programática que algunos esperaban.

Esta tendencia cambiante pasa también por Bolivia, luego de que, pese a una intensa campaña política aunada por el oficialismo, los resultados del referéndum constitucional, el cual pretendía modificar la Constitución Política del Estado y que tuvo lugar en Bolivia el 21 de febrero, derivaran en una minuciosa negativa del pueblo boliviano a la continuidad de su líder indiscutible, Evo Morales. Con un 51,30% en contra y un 48,70% a favor, el actual mandatario no contemplaría la gobernabilidad en las elecciones del 2020.

Este escenario pone de manifiesto los desafíos a los que se enfrenta el pueblo boliviano en lo que se refiere a la necesidad de renovación de liderazgos y de ideas y propuestas para el país. Es preocupante la ausencia de figuras que impriman liderazgo pues, la popularidad de Morales es la más importante, pese a que ha descendido al 44,3% en relación a etapas anteriores en las que rebasó el 75%, ya que el resto de posibles candidatos no logran trascender el 10% del apoyo de la ciudadanía en las cuatro ciudades más importantes del país.

Sin obviar la reciente victoria del actual mandatario de Argentina, Mauricio Macri, durante la segunda vuelta de las presidenciales de ese país, quien ya adoptó acciones como la aplicación de la cláusula democrática del Mercado Común del Sur, Mercosur, o  la petitoria del suspenso de la participación de Venezuela, por considerar que no respeta la libertad de expresión y por perseguir a opositores, como Leopoldo López, encarcelado hacia casi dos años.

Más preocupante se torna el reciente juicio político que enfrenta la presidenta de Brasil, Dilma Roussef, por un supuesto conjunto de irregularidades, el cual revela el proceso desestabilizador en el que se encuentra inmersa la principal ancla de la democracia regional. Este hecho no solamente  acentúa aún más el fin de un ciclo en la política en América Latina sino que causa un desplome en las economías del grueso de la región. Así lo recalcó el exmandatario brasileño, Lula da Silva. “La crisis de Brasil afecta mucho a la región. Nosotros ayudamos a construir una imagen mejor de América Latina, de América del Sur y de Brasil, con un Brasil protagonista. Brasil no es importante solo para Brasil, es importante para Latinoamérica, para África y para Estados Unidos”

Este turbulento escenario se extiende al plano internacional. En este ámbito la izquierda se enfrentó al llamado “imperialismo” norteamericano. Al principio, lo hizo con éxito, aunque después la complejidad del panorama internacional dio lugar a enroques difíciles de justificar. Sin embargo, es importante destacar que la tendencia izquierdista le dio a la región un lugar privilegiado en el mundo que hacía mucho no tenía con el auge de los procesos de integración, tales como, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, que desembocaron en el nacimiento de la Alianza del Pacífico.

Se auguran fuertes vientos en los que América Latina deberá sostener con fuerza el timón para seguir construyendo los urgentes procesos de democratización que la región requiere. La apuesta por el futuro del socialismo dependerá de lo que éste comience a hacer en esta nueva travesía del desierto.

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